Economía

¡Libertad en 540º!

Pedro Sánchez

“El mejor argumento en contra de la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio”. Winston Churchill

Las malas lenguas dicen que la democracia es la peor forma de gobierno, yo añadiría; excepto por todas las otras formas que han sido probadas a lo largo de la historia. Quiero decir, que de alguna manera la democracia es el menor de los males y en mi opinión más que una elección, es por una falta de opciones. Por este motivo, aunque consciente de su utopía, soy una ferviente defensora de la anarquía del capital privado que propuso Murray Rothbard. Puesto que creo en la iniciativa privada, creo en la defensa de la propiedad privada, así como también sé que el poder corrompe por naturaleza y es privativo de la libertad, la cual tanto amo. Y en efecto, el cambio de este Estado de orden social adueñado del poder sólo puede erradicarse mediante un proceso de revolución. ¡Revolución liberal! por supuesto, que no debe confundirse con otra circunstancia que no sea el desmantelamiento gradual del Estado a su mínima expresión mediante una revolución meramente ideológica.

Como decía Jason Brennan, la democracia es un Gobierno escogido por ignorantes y “hooligans” del partido. ¿Acaso eso es justicia democrática? Lo hemos acontecido este mismo verano, lleno de voceros partidistas capaces de defender bochornosas conductas como la de Rubiales al mando de la RFEF por una nueva apropiación del feminismo casposo y victimista “de la Montero”. Hay actitudes penosamente indiscutibles que nadie puede defender, pero lo cierto es que el poder está lleno de hipocresía y de apropiación indebida. Ya sea apropiarse de un hecho en el que debería quedar en apoyo incondicional a Jeni, al fin y al cabo es la persona afectada y el grado de importancia que ella y nadie más que ella le de es lo importante, como fuere el apoyo incondicional que creo que merece Olga Carmona, la gran heroína de España que seguramente necesita más el apoyo público, apoyo que no ha tenido por el todo bochornoso ruido que la izquierda rancia radical de este país se ha encargado de trascender más allá de lo que pueda pensar la propia Jeni Hermoso, que debe seguir flipando de todo el circo mediático que se ha creado alrededor de un hecho del cual ella, la protagonista, apenas ha opinado. Pero claro, eso de apropiarse del victimismo forma parte de los genes fundacionales de la izquierda radical indignada de España. Y ¡ojo! que la hipocresía de los Iglesias no queda en el chalet, ¿eh? puesto que cuando es al partido morado al que le tocan la cartera, ese mismo que se encarga de lanzar sin ningún tipo de escrúpulo un ERE en el que la paridad y esas cosas tan escandalosas que hacen los voraces capitalistas quedan en segundo término, ¡saltan a la yugular! ¿Mandará Yolanda Díaz una inspección y forzará mantener el empleo de los podemitas cesados como defiende? Probablemente, no obstante bajo hipocresía y verborrea barata.

Y entre tanto pan y circo, nuestro querido Pedro Sánchez se mueve como pez en el agua. La cortina de humo provocada por los berrinches de Podemos, siempre es una buena opción para pactos al margen de lo legal y alegal para seguir manteniendo el poder. ¿Somos el primer gobierno perdedor de las elecciones? No pasa nada… ¿que necesitamos fragmentar más el gobierno? ¡ningún problema! Total, la amnistía no cuesta ni un euro y el referéndum ya veremos como nos lo venden a todos, a los que lo quieren y a los que no lo quieren. Pero puestos a mentir, mintamos a todos, unos en el poder y los otros en la calle. Magos de la falacia…

Pero, ¿de los problemas reales que nos ocupa quién habla? Ya se lo digo yo, ¡NADIE! El principal problema de España radica en la precariedad laboral y en los salarios. En el elevado precio de la vivienda y en una inflación que sigue destruyendo el salario real de los trabajadores, pese a quien le pese. Entiendo por supuesto que existen ambiciones de todo tipo y todo tipo de ambición debe ser respetada y admirada al amparo de la iniciativa privada. Cada uno es libre de elegir cómo quiere vivir su vida. Pero en virtud del sistema capitalista, es innegable que el salario y la precariedad laboral son sin duda uno de los principales bastiones del sistema, o el principal. La creatividad empresarial y la innovación se nutren de la competencia y del consumo. Y, ¿cómo combatimos la precariedad? ¡con valentía! No hay otra.

El salario en términos de teoría económica no es más que valor descontado de la productividad marginal y como tal, el mercado laboral en libertad debería regirse por acuerdos entre partes que escogen libremente ofrecer producción a cambio de dicho salario. El mercado, cuando es libre, compite y mejora. La competencia es necesaria para incrementar las competencias y la producción, y como empresarios estamos dispuestos a ofrecer mejores salarios a mejores competencias. Al fin y al cabo, el empresario cuantifica el negocio en función de la rentabilidad que le ofrece la inversión en un trabajador, y en este caso, lo puede medir mediante el valor descontado de la productividad marginal. Sin embargo, Europa nos ha vendido como una victoria social el Estado del bienestar con las pagas extras, las vacaciones pagadas y las prestaciones sociales en contra de los codiciosos empresarios capitalistas. Sin embargo, como decía, el salario es el valor descontado de la productividad marginal, y los “logros” sociales que son aproximadamente ⅓ del salario total no son más que la mera usurpación por parte del Estado de manera coercitiva la que nos impide elegir libremente si esa parte descontada de nuestra producción marginal la queremos invertir en un plan de pensiones, en sanidad privada o si bien en vez de hacer vacaciones durante 1 mes al año, decidimos libremente producir a cambio de disponer de un mayor salario. 

No existe mercado más rígido e intervenido que el mercado laboral, bajo el falso pretexto de que hay que proteger al trabajador del capitalismo. El derecho laboral rigidiza las relaciones laborales y hace que en determinados casos no se pueda pagar lo que el mercado determina mediante los salarios mínimos, contribuciones e impuestos, porque en conjunto superan el valor descontado de la productividad marginal. Por ende, se impide por la fuerza que un trabajador pueda cerrar libremente unas condiciones laborales y salariales con un empresario, que quizás aceptaría de buen gusto. Incluso se imposibilita que se contrate libremente una rescisión laboral mediante acuerdo entre partes, hecho que dificulta y encarece la rescisión de un contrato laboral llevando a la quiebra a empresas y frenando la inversión en el mercado laboral, que en libertad siempre se podría realizar. Y es que en España, es más simple divorciarse, que despedir a un trabajador por triste que suene.

Como les decía, yo abogo por plantear soluciones a nuestra sociedad, y como empresaria defiendo mi voz, esa que quiere que sus trabajadores puedan disfrutar de lo que honestamente es suyo, ¡suyo! que no es más que el valor descontado de la productividad marginal más una participación sobre los beneficios, y lo que a mi me de la gana darles como extra sin la intervención de papá Estado. Puesto que es lo justo señores, que cada uno obtenga de manera meritocrática aquello que produce, que se posibilite a los trabajadores tener la ambición de competir en el mercado y que esa competencia mejore las aptitudes de los mismos, y volvamos a los valores de la cultura del esfuerzo para obtener recompensas. Pero, ¿cómo crearemos el incentivo en un mercado regulado y rígido como el mercado laboral?, ¿cómo provocaremos que las fuerzas de la competencia actúen?, ¿cómo mejoraremos el paro y la precariedad si el empresario está más pendiente de las sanciones que le pueden caer que de la rentabilidad que puede obtener?

Como dice Javier Milei, está claro que tenemos que sacar a pasear a toda la casta dando una vuelta de 360 grados y, sólo después, cuando esté todo bien limpio, darle el cambio de 180 grados que nuestra sociedad se merece, aquél que nos permita disfrutar en libertad de lo que es nuestro, tanto empresarios como trabajadores, ya que al final ambos somos un equipo productivo. No lo olviden, aquí el único que para sobrevivir depende de ambos, es el Estado.

Gisela Turazzini, Blackbird Bank Founder CEO.

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